domingo, 8 de abril de 2012

9




La energía de una galaxia

Reunidos con Cabchic, Laster y el ingeniero lo pusieron al tanto del hallazgo.
—No entiendo gran cosa de física pero si no me equivoco tengo un problema de seguridad – dijo el gobernador - la energía de una galaxia no es broma y está en una bolita de tres centímetros de diámetro en un rincón de la casa. Es necesario tomar cartas en el asunto de modo oficial.
Laster estuvo de acuerdo y dejaron las cosas así hasta que se volvieran a comunicar.
El gobernador se ocuparía de poner al tanto del asunto a quien correspondiese, en su mundo, en la galaxia y en todo el universo conocido.

Cuatro meses más tarde, con la canica instalada en los laboratorios espaciales, con el ingeniero como coordinador de equipo y el doctor Laster como asesor, volvieron a plantearse la pregunta por la naturaleza del objeto.
A nivel burocrático, complejas gestiones habían recorrido la galaxia discutiendo  que determinación  tomar. Finalmente se había decidido que el ingeniero y el niño de Plane participarían de una forma especial en la investigación.
Lo particular de la cuestión era que su participación había sido solicitada por el objeto.

domingo, 11 de marzo de 2012

8

Al día siguiente


Laster y el ingeniero entraban al Laboratorio Clínico acompañados por su directora, la doctora Blanic.


Ella expuso que de algún modo la canica influía sobre la mente del niño. El pequeño no se mostraba especialmente interesado por el objeto, pero mientras dormía soñaba con voces provenientes de la canica que le indicaban decirle a los médicos que era necesario parar la híper velocidad.


Por otra parte, en cuanto a la seguridad, la doctora había sido minuciosamente investigada y estaba limpia como una patena. La investigación continuaría durante el tiempo habitual, revisando todo detalle de su vida pero, en principio, se descartaba cualquier novedad comprometedora.


La doctora Blanic les dijo: Esto no está dentro de mi campo de conocimiento, así que les dejo con el objeto para que le inspeccionéis sin molestias.


Laster y el ingeniero estuvieron de acuerdo y le agradecieron la información.

 
La canica tenía un aspecto poco habitual que al ingeniero le recordó un caleidoscopio: Un flujo constante de reflejos cambiantes partía de ella. Esto era todo lo que podía verse a simple vista.


Empezarían con un análisis espectroscópico de baja densidad.



— Aquí tenemos una primera lectura, dijo el ingeniero a Laster abriendo una pantalla lateral. No hay ningún registro, dijo asombrado. No es posible, es como si no estuviera ahí. O tenemos una avería en el sistema de medición o el objeto tiene alguna suerte de escudo. Pero ¿qué escudo va a tener una canica?


Laster carraspeó:


— A lo mejor no es una canica, no nos olvidemos que estamos investigando su naturaleza.


— Cierto, reflexionó en voz alta el ingeniero. Y si no es una canica, ¿qué es? Bueno, vamos a seguir con nuestro trabajo.


— ¿Qué le parece si hacemos un barrido sub atómico?, dijo Laster.


— OK, adelante, vamos a ver qué pasa, contestó el ingeniero.



Con el barrido sub atómico continuarían las sorpresas. El aparato detectó una cantidad masiva de energía, coherente con una gran masa, sin mostrar otro detalle.

 
Se hizo un nuevo barrido exclusivamente cuantitativo.

domingo, 19 de febrero de 2012

7

                                          Nueva barbacoa en el distrito sur





Ron Cabchic:
—Tienes razón Tomy, mi pregunta del otro día sobre suspender la híper velocidad no era ingenua. Se trata de algo que ha pasado en este barrio de nuestra casa común de la Galaxia Chan. Es una de esas cosas con las que no sabes qué hacer.
Resulta que hay un niño de nuestra área de agricultura ecológica, el hijo de un granjero al que guardo respeto porque es una buena persona en todos los sentidos, pero al que me temo que tendré que hacer investigar porque parece que ha encontrado un objeto que transmite mensajes a su hijo y lo que dice puede ser un problema de seguridad; aunque es algo que no termino de entender.

Tomy Laster:
—Creo que llegados a este punto me lo tendrías que comentar, Ron.

Cabchic:
—Evidentemente se vuelve un poco delicado, siendo nosotros los personajes sociales que somos, los puestos que tenemos en la galaxia; yo por mi parte un gobernador de un pequeño rincón, y tú un científico sobre el que pesa un gran prestigio.
Lo que digamos entre nosotros nos podría llevar a un problema.

Laster:
—Ron, si no conociera tu carácter de persona responsable, que no diría esto con ligereza, pensaría en decirte que nos emborracháramos juntos y fuéramos a jugar una partida; pero… bueno, que caray, no será la primera vez que nos veamos en cuestiones espinosas; dime por lo tanto qué te preocupa.

Cabchic:
—Mira Tomy, te repito que no sé bien qué pasa. Te voy a contar la historia.
Desde hace un tiempo, un mes antes de nuestro último encuentro, el  departamento sanitario del distrito me hizo llegar un mensaje. Me dijeron que tenían el caso de un niño que presentaba unos síntomas que no habían visto antes en otros pacientes y ellos pensaban que era un caso de telepatía. Ahí empezó lo raro, porque los especialistas más capacitados en medicina infantil del hospital Blanic, protocolizado al más alto nivel de la galaxia como sabrás, no son partidarios de teorías telepáticas; y sin embargo están despistados, y con cierta timidez se han comunicado con el equipo del departamento de salud. Si no entendí mal lo raro del caso es que el padre del niño ha encontrado algo que parece una canica, que está viva y le habla al niño por las noches.

—Laster:
¿Sabes que le dice?

Cabchic:
—¡Que le diga a la doctora Blanic que dejemos de usar la híper velocidad porque el universo está en peligro!

Después de esta parrafada del gobernador, los dos interlocutores quedaron  mirándose sin atinar a decir nada más.
—¡Vaya cuento!. Dijo de pronto Tomy, y el otro lo repitió: —¡Vaya cuento!

Se sirvieron otras copas de vino y se pusieron a dar vueltas alrededor del asador. ¿Que está viva? ¿Viva? Decía Tomy Laster para sí mismo mientras mordisqueaba una pechuga de ave con delicioso aspecto dorado por el fuego de leña. Eso querría decir que no es una canica… se me ocurre.
—¿A ti qué te parece que hay en todo eso que te han dicho desde el departamento de salud? Te lo vienes pensando desde hace meses, y habrás hablado del tema con otras personas, así que se me ocurre que me podrías decir lo que has pensado.
Ron le contestó: — Bueno, te repito que estoy perdido. Han descartado que el niño tenga enfermedad alguna, incluso parece que es una especie de súper dotado; por lo tanto hay que dejar al niño tranquilo y estudiar la canica.

Laster siguió pensando en voz alta: —Tenemos una canica en la que unos excelentes médicos ven algo raro que no está en su área científica. Suena lógico, y les parece tan llamativo que se lo comunican a las instituciones del estado. Es como el caso de un vecino que ve a alguien rondando por el barrio aunque no le ve cometer ningún delito, pero se lo comunica a la policía para que lo observe…
¿Qué le pasaría al padre si lo investigan?
—Espero que nada, dijo Ron, no creo que tenga nada que ver, como sabes, en la galaxia no usamos el tercer grado. Lo que me preocupa es darle una entidad a esta cuestión que me parece traída de los cabellos.
—¿Y por qué no lo descartas de una vez?, dijo Laster.
—Porque el equipo médico que sugiere que investiguemos la canica es de gente que no dice cosas porque sí.
—Sí, esa es una buena razón, Ron. ¿Dónde está la canica bendita? preguntó Laster.
—En el hospital. Les pidieron al niño y a sus padres que se la dejaran para estudiarla, después de examinar al pequeño. Y ahí la tienen a la espera de no se sabe qué.
—¿Qué esperas de mí?, preguntó Laster.
—Una persona de confianza con la que pensar esto, contestó su amigo Cabchic.
—¿Podemos echarle un vistazo? preguntó Laster.
—Ya mismo, contestó Cabchic.

domingo, 5 de febrero de 2012

6. Sueños soñados por otros


¡El ingeniero jefe se presentó ante Laster para contarle un sueño!

Esto sí que es sorprendente, pensó  Laster, que nada menos que éste me  cuente un sueño, cuando puedo dar fe que no tiene otra cosa en la cabeza que integrales y ecuaciones de diseño. ¡Ahora sueñan hasta las piedras! parece que estuviéramos en 1900 cuando Sigmund Freud publicó su libro sobre la interpretación de los sueños y cambió la concepción de la mente.
Más cosas extrañas, se dijo el taoísta.

Era un sueño erótico y el ingeniero, entre asombrado y temeroso, le dijo que no podía ser que él hubiese soñado eso. Que había sido agradable, claro, pero que para él el sexo era sólo una actividad biológica, una satisfacción de una necesidad, como comer o defecar, y no esta asombrosa cuestión de gemidos, elevaciones emocionales y sensaciones maravillosas. Cuando se lo contaba, con los ojos más abiertos de lo habitual, notó que se ruborizaba, lo que dejó lleno de asombro a Laster, por tratarse de quién se trataba.
Era evidente que no tenía sentido que el ingeniero hubiera soñado ese sueño y sin embargo así había sido. Algo raro le estaba pasando y se preguntó si podría seguir contando con su increíble capacidad para desarrollar las naves de nueva generación en que el departamento estaba embarcado.
Le dijo al ingeniero que estaba de acuerdo con que era un sueño que no  correspondía a su personalidad, que sería algo de su inconsciente. Y bien inconsciente, dijo el otro, alejándose pensativo.
El ingeniero, que no era un hombre culto, pero sí informado, siempre había  opinado que eso de que existen pensamientos inconscientes era una tontería. Los pensamientos, por definición son conscientes, y si no, no son pensamientos. Cometía el mismo error que los filósofos de la época al conocer las tesis de Freud, para los que hablar de pensamientos inconscientes era tan inconsistente como hablar de hielo frito.

Mientras lo veía alejarse pensó que el ingeniero podría hacer otra teoría donde su sueño no fuera una cuestión inconsciente. No sabía que los siguientes sucesos le darían la razón.

sábado, 28 de enero de 2012

5

Lo grande y lo pequeño 


En una región del planeta Plane dedicada a la agricultura artesanal, habían hallado un extraño objeto. Era una bolita de tres centímetros de diámetro parecida a las canicas de cristal con que juegan los niños, pero tenía unos brillos que no eran provocados por el reflejo de la luz sino por algo de su propia naturaleza.
El agricultor que la encontró se la dejó a su pequeño hijo que no pareció hallarle mayor interés, prefiriendo  otras de su valiosa colección y la dejó encima del estante.

Pasaron unos meses del descubrimiento cuando el niño jugador de canicas apareció en la habitación paterna diciendo que la bolita le hablaba. ¿Y qué te dice? le preguntó el padre adormecido. El niño le contó algo que por la mañana no podía recordar. En el desayuno le preguntó al niño qué había sido lo de la noche anterior y éste le miró con cara de no entender. Como si no se acordara, pensó el padre.

Esto no pasó de una anécdota, pero en las siguientes jornadas se volvió a repetir. Durante la noche el niño se despertaba agitado e iba corriendo a la habitación de sus padres porque que la bolita le hablaba. Le decía que tenían que hacerlo ver por el doctor.
Los padres conversaron sobre lo que le estaba pasando a su hijo sin entender de qué se trataba, pensando que era su imaginación. Pero como la cuestión seguía, pidieron una consulta médica.
Dentro de la Galaxia Chan, a sólo una fracción de pársec de Plane había un centro médico de gran prestigio dedicado a la infancia.
La doctora Blanic, después de someter al niño a un examen concienzudo, se entrevistó con los padres y dijo que de momento no veía signos de enfermedad orgánica ni psicológica; que el sistema nervioso del niño estaba en pleno funcionamiento y que le había llamado la atención su capacidad mental, bastante por encima de la media.
Les dijo que estos parámetros solían presentarse en personas que posteriormente resultaban súper dotados, por presentar una capacidad de percepción más sensible que la habitual. Por otra parte les recomendaba que volvieran a traer al niño para hacer un seguimiento de lo que por ahora, como los mismos padres habían pensado, era un juego imaginario del pequeño. Quedó citado para la semana siguiente.

sábado, 25 de septiembre de 2010

4























Ron Cabchic, gobernador del distrito sur y amigo del profesor, le había preguntado entre bocado y bocado en la cena de despedida, qué pasaría si se dejara de viajar a híper velocidad.
Todos se rieron ante la ocurrencia. Bueno, dijo el profesor, vivimos toda la vida así y no estaba mal. Sólo que no nos podríamos volver a ver.
Pero se quedó pensando junto con los demás del pequeño grupo, en que no era tan sencillo. El entramado de situaciones “en cascada”, como le había dicho al Presidente Obama, que se sucedieron después de la anulación práctica del espacio con la híper velocidad fue realmente prodigiosa. Había modificado profundamente la vida en las galaxias, y estaba lejos de agotarse.
¿Habría en el gobernador del distrito Sur alguna idea detrás de la pregunta producida por los excelentes vinos de Plane? ¿Alguna idea consciente? ¿O inconsciente quizá? Laster no dejó de preguntárselo. Esa noche tuvo un sueño:

Estaba recorriendo las orillas del remanso del Dirk Creeck donde todo el estado venía a practicar la pesca de truchas, buscando con su hijo el mejor lugar, cuando un gran salmónido de unos dos metros de altura, sacó la mitad del cuerpo del agua y tuvo con él una conversación muy convencional acerca de la mejor forma de agregar estabilidad a su coche todo terreno.

Se despertó asombrado del sentimiento de realidad que había tenido la escena onírica y se quedó un buen rato pensando lo que podría significar semejante discurso de la súper trucha, sin llegar a ninguna conclusión más allá de la extrañeza de la escena. Se preguntó qué le hubiera dicho el psicoanalista con el que se había tratado al comienzo de su matrimonio. Me hubiera dicho, imaginó, que surgía en el sueño algo que yo sentía extraño dentro de mí, o en mi historia personal, y me hubiera dejado con el enigma para que lo pensara.
En fin, se dijo, y volvió a dormirse. Por la mañana la historia del sueño lo acompañó durante el desayuno familiar.
Pensó nuevamente que el gobernador se traía algo entre manos. Lo absurdo de la idea hizo que la descartara de inmediato… y volvió a recordar el sueño. Dos cosas extrañas, el asunto del gobernador y el sueño.

martes, 14 de septiembre de 2010

CAPITULO 3

3

Pasaron seis meses después del regreso a la cálida rutina en que se había convertido su vida como jefe de investigación.

Después de los primeros años vertiginosos del descubrimiento de la híper velocidad, la sensación que producían las cifras fantásticas de años luz por el espacio, que amenazaban con reventarle a uno la cabeza, había cambiado poco a poco, volviendo a parecerse a las del tiempo anterior en que las distancias eran cortas y limitaban los viajes. Se contaba con muchos ceros, por lo demás, todo era igual.

Como en el S. XIX del planeta Tierra, durante la fiebre de las exploraciones, cuando el inglés John Smith descifró la escritura cuneiforme de las tablillas de Mesopotamia, dejando al descubierto que las preocupaciones de las gentes de tres mil quinientos años antes eran las mismas que las de los seres humanos de hoy, el amor, la educación, el por qué los hijos no respetan a los padres, etc., el cambio de mundo que había producido la híper velocidad no había transformado nada esencial.

Así como la corte de los reyes españoles del siglo XVII tardaba tres semanas en llegar de Madrid a San Lorenzo del Escorial y en la época actual lleva menos de una hora por carretera, y a nadie se le ocurre sentir que ha recorrido una gran distancia, tampoco se tiene conciencia del espacio recorrido para pasar un plácido fin de semana a diez pársecs de la Tierra en Plane; sólo queda registrado en los ordenadores, su percepción ha dejado de existir.