domingo, 19 de febrero de 2012

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                                          Nueva barbacoa en el distrito sur





Ron Cabchic:
—Tienes razón Tomy, mi pregunta del otro día sobre suspender la híper velocidad no era ingenua. Se trata de algo que ha pasado en este barrio de nuestra casa común de la Galaxia Chan. Es una de esas cosas con las que no sabes qué hacer.
Resulta que hay un niño de nuestra área de agricultura ecológica, el hijo de un granjero al que guardo respeto porque es una buena persona en todos los sentidos, pero al que me temo que tendré que hacer investigar porque parece que ha encontrado un objeto que transmite mensajes a su hijo y lo que dice puede ser un problema de seguridad; aunque es algo que no termino de entender.

Tomy Laster:
—Creo que llegados a este punto me lo tendrías que comentar, Ron.

Cabchic:
—Evidentemente se vuelve un poco delicado, siendo nosotros los personajes sociales que somos, los puestos que tenemos en la galaxia; yo por mi parte un gobernador de un pequeño rincón, y tú un científico sobre el que pesa un gran prestigio.
Lo que digamos entre nosotros nos podría llevar a un problema.

Laster:
—Ron, si no conociera tu carácter de persona responsable, que no diría esto con ligereza, pensaría en decirte que nos emborracháramos juntos y fuéramos a jugar una partida; pero… bueno, que caray, no será la primera vez que nos veamos en cuestiones espinosas; dime por lo tanto qué te preocupa.

Cabchic:
—Mira Tomy, te repito que no sé bien qué pasa. Te voy a contar la historia.
Desde hace un tiempo, un mes antes de nuestro último encuentro, el  departamento sanitario del distrito me hizo llegar un mensaje. Me dijeron que tenían el caso de un niño que presentaba unos síntomas que no habían visto antes en otros pacientes y ellos pensaban que era un caso de telepatía. Ahí empezó lo raro, porque los especialistas más capacitados en medicina infantil del hospital Blanic, protocolizado al más alto nivel de la galaxia como sabrás, no son partidarios de teorías telepáticas; y sin embargo están despistados, y con cierta timidez se han comunicado con el equipo del departamento de salud. Si no entendí mal lo raro del caso es que el padre del niño ha encontrado algo que parece una canica, que está viva y le habla al niño por las noches.

—Laster:
¿Sabes que le dice?

Cabchic:
—¡Que le diga a la doctora Blanic que dejemos de usar la híper velocidad porque el universo está en peligro!

Después de esta parrafada del gobernador, los dos interlocutores quedaron  mirándose sin atinar a decir nada más.
—¡Vaya cuento!. Dijo de pronto Tomy, y el otro lo repitió: —¡Vaya cuento!

Se sirvieron otras copas de vino y se pusieron a dar vueltas alrededor del asador. ¿Que está viva? ¿Viva? Decía Tomy Laster para sí mismo mientras mordisqueaba una pechuga de ave con delicioso aspecto dorado por el fuego de leña. Eso querría decir que no es una canica… se me ocurre.
—¿A ti qué te parece que hay en todo eso que te han dicho desde el departamento de salud? Te lo vienes pensando desde hace meses, y habrás hablado del tema con otras personas, así que se me ocurre que me podrías decir lo que has pensado.
Ron le contestó: — Bueno, te repito que estoy perdido. Han descartado que el niño tenga enfermedad alguna, incluso parece que es una especie de súper dotado; por lo tanto hay que dejar al niño tranquilo y estudiar la canica.

Laster siguió pensando en voz alta: —Tenemos una canica en la que unos excelentes médicos ven algo raro que no está en su área científica. Suena lógico, y les parece tan llamativo que se lo comunican a las instituciones del estado. Es como el caso de un vecino que ve a alguien rondando por el barrio aunque no le ve cometer ningún delito, pero se lo comunica a la policía para que lo observe…
¿Qué le pasaría al padre si lo investigan?
—Espero que nada, dijo Ron, no creo que tenga nada que ver, como sabes, en la galaxia no usamos el tercer grado. Lo que me preocupa es darle una entidad a esta cuestión que me parece traída de los cabellos.
—¿Y por qué no lo descartas de una vez?, dijo Laster.
—Porque el equipo médico que sugiere que investiguemos la canica es de gente que no dice cosas porque sí.
—Sí, esa es una buena razón, Ron. ¿Dónde está la canica bendita? preguntó Laster.
—En el hospital. Les pidieron al niño y a sus padres que se la dejaran para estudiarla, después de examinar al pequeño. Y ahí la tienen a la espera de no se sabe qué.
—¿Qué esperas de mí?, preguntó Laster.
—Una persona de confianza con la que pensar esto, contestó su amigo Cabchic.
—¿Podemos echarle un vistazo? preguntó Laster.
—Ya mismo, contestó Cabchic.

domingo, 5 de febrero de 2012

6. Sueños soñados por otros


¡El ingeniero jefe se presentó ante Laster para contarle un sueño!

Esto sí que es sorprendente, pensó  Laster, que nada menos que éste me  cuente un sueño, cuando puedo dar fe que no tiene otra cosa en la cabeza que integrales y ecuaciones de diseño. ¡Ahora sueñan hasta las piedras! parece que estuviéramos en 1900 cuando Sigmund Freud publicó su libro sobre la interpretación de los sueños y cambió la concepción de la mente.
Más cosas extrañas, se dijo el taoísta.

Era un sueño erótico y el ingeniero, entre asombrado y temeroso, le dijo que no podía ser que él hubiese soñado eso. Que había sido agradable, claro, pero que para él el sexo era sólo una actividad biológica, una satisfacción de una necesidad, como comer o defecar, y no esta asombrosa cuestión de gemidos, elevaciones emocionales y sensaciones maravillosas. Cuando se lo contaba, con los ojos más abiertos de lo habitual, notó que se ruborizaba, lo que dejó lleno de asombro a Laster, por tratarse de quién se trataba.
Era evidente que no tenía sentido que el ingeniero hubiera soñado ese sueño y sin embargo así había sido. Algo raro le estaba pasando y se preguntó si podría seguir contando con su increíble capacidad para desarrollar las naves de nueva generación en que el departamento estaba embarcado.
Le dijo al ingeniero que estaba de acuerdo con que era un sueño que no  correspondía a su personalidad, que sería algo de su inconsciente. Y bien inconsciente, dijo el otro, alejándose pensativo.
El ingeniero, que no era un hombre culto, pero sí informado, siempre había  opinado que eso de que existen pensamientos inconscientes era una tontería. Los pensamientos, por definición son conscientes, y si no, no son pensamientos. Cometía el mismo error que los filósofos de la época al conocer las tesis de Freud, para los que hablar de pensamientos inconscientes era tan inconsistente como hablar de hielo frito.

Mientras lo veía alejarse pensó que el ingeniero podría hacer otra teoría donde su sueño no fuera una cuestión inconsciente. No sabía que los siguientes sucesos le darían la razón.